martes, 26 de enero de 2016

OBRAS LITERARIAS GRADO DÉCIMO

  1. A sangre fría – Truman Capote
  2. Alina suplicante - Juan Gabriel Vásquez
  3. Angelitos empantanados - Andrés Caicedo
  4. Angosta - Héctor Abad Faciolince
  5. Aura - Carlos Fuentes
  6. Barrabás - Par Lagerkvist
  7. Caín - José Saramago
  8. Cien años de soledad - Gabriel García Márquez
  9. Cóndores no entierran todos los días - G. A. Gardeazábal
  10. Confesiones de una máscara - Yukio Mishima
  11. Contante y sonante - Kate Cann
  12. Crimen y castigo - Fiódor Dostoyevski
  13. Cuatro años a bordo de mí mismo – Eduardo Zalamea Borda
  14. Cuento de navidad - Charles Dickens
  15. Cumbres borrascosas – Emily Bronte
  16. Del amor y otros demonios - G.G. Márquez
  17. Delirio - Laura Restrepo
  18. El acoso – Alejo Carpentier
  19. El amante de Lady Chaterley – D. H. Lawrence
  20. El barón rampante – Italo Calvino
  21. El camino de El Dorado - Arturo Uslar Pietri
  22. El cartero de Neruda - Antonio Skármeta
  23. El color púrpura - Alice Walker
  24. El elogio de la madrastra - Mario Vargas Llosa
  25. El espejismo – Naguib Mahfuz
  26. El evangelio según Jesucristo - José Saramago
  27. La peste - Albert Camus
  28. El jugador – Fedor Dostoievsky
  29. El lobo estepario - Herman Hesse
  30. El mundo de afuera - Jorge Franco
  31. El olvido que seremos - Héctor Abad Faciolince
  32. El pez en el espejo - Alberto Duque López
  33. El reino de este mundo - Alejo Carpentier
  34. El siglo de las luces – Alejo Carpentier
  35. En diciembre llegaban las brisas - Marvel Moreno
  36. Érase una vez el amor pero tuve que matarlo-Efraim Medina Reyes
  37. Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón – Alba Lucía Ángel
  38. Eugenia Grandet – Honoré de Balzac
  39. Eva Luna – Isabel Allende
  40. Frankenstein - Mary Wollstoncraft Shelley
  41. Gabriela, clavo y canela - Jorge Amado
  42. Gracias por el fuego - Mario Benedetti
  43. I love you putamente - Esteban Carlos Mejía
  44. Ilona llega con la lluvia - Álvaro Mutis
  45. Jugar a matar - Marcelo Birmajer
  46. La casa de las bellas durmientes - Yasunari Kawabata
  47. La dama de las camelias – Alejandro Dumas
  48. La insoportable levedad del ser - Milan Kundera
  49. La letra escarlata - Nathaniel Hawthorne
  50. La línea de sombra – Joseph Conrad
  51. La muerte en Venecia - Thomas Mann
  52. La náusea - Jean Paul Sartre
  53. La piel de Zapa - Honorato de Balzac
  54. La seducción del minotauro - Anais Ninn
  55. La tía Julia y el escribidor - Mario Vargas Llosa
  56. Las desventuras del joven Werther - Goethe
  57. La multitud errante - Laura Restrepo
  58. Lolita - Vladimir Nabokov
  59. Los premios - Julio Cortázar
  60. Los pasos perdidos – Alejo Carpentier
  61. Madame Bovary - Gustave Flaubert
  62. Mientras llueve - Fernando Soto Aparicio
  63. Noches Blancas - Fiodor Dostoievski
  64. Pantaleón y las visitadoras – Mario Vargas Llosa
  65. Papá Goriot - Honoré de Balzac
  66. Pedro Páramo – Juan Rulfo
  67. ¡Que viva la música! - Andrés Caicedo
  68. Rayuela - Julio Cortázar
  69. Satanás - Mario Mendoza
  70. Seda - Alessandro Baricco
  71. Solitario de amor - Cristina Peri Rossi
  72. Sobre héroes y tumbas – Ernesto Sábato
  73. Tiempos difíciles – Charles Dickens
  74. Tortilla Flat - John Steinbeck
  75. Un mundo feliz - Aldous Huxley
  76. Viviendo juntos - Kate Cann

CONSULTA: LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA

LITERATURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA ESPAÑOLA
CONSULTA PARA EL GRADO DÉCIMO


Actividad:

Ingrese a las páginas sugeridas al final y realice las siguientes actividades:

1. Elabore un mapa conceptual sobre las características generales de la la Edada Media y de la literatura de esta época.

2. Consulte los siguientes aspectos de la literatura medieval y renacentista española:

·    Características, autores, obras, contexto histórico, música, entre otros.  Tenga en cuenta los siguientes tópicos: 

- La lírica tradicional

- El mester de juglaría, la épica castellana y el Poema de Mío Cid

- El mester de clerecía. Los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo y el Libro del Buen Amor, del

- Arcipreste de Hita

- La prosa medieval: El Conde Lucanor

- Las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique

- El Romancero

- La Celestina, de Fernando de Rojas



domingo, 9 de noviembre de 2014

TALLER DE COMPRENSIÓN LECTORA GRADO SÉPTIMO

Lea atentamente el cuento y responda las preguntas que se plantean a continuación.

El árbol de la colina (H.P. Lovecraft)

Al sureste de Hampden, cerca de la tortuosa garganta que excava el río Salmón, se extiende una cadena de colinas escarpadas y rocosas que han desafiado cualquier intento de colonización. Los cañones son demasiado profundos, los precipicios demasiado escarpados como para que nadie, excepto el ganado trashumante, visite el lugar.

La última vez que me acerqué a Hampden, la región -conocida como el infierno- formaba parte de la Reserva del Bosque de la Montaña Azul. Ninguna carretera comunica este lugar inaccesible con el mundo exterior, y los montañeses dicen que es un trozo del inframundo  transplantado a la Tierra. Una leyenda local asegura que la zona está hechizada, aunque nadie sabe exactamente el porqué. Los lugareños no se atreven a aventurarse en sus misteriosas profundidades, y dan crédito a las historias que cuentan los indios, antiguos moradores de la región desde hace incontables generaciones, acerca de unos demonios gigantes venidos del Exterior que habitaban en estos parajes.
Estas sugerentes leyendas estimularon mi curiosidad. La primera y, ¡gracias a Dios!, última vez que visité aquellas colinas tuvo lugar en el verano de 1938, cuando vivía en Hampden con Constantine Theunis. Él estaba escribiendo un tratado sobre la mitología egipcia, por lo que yo me encontraba solo la mayoría del tiempo, a pesar de que ambos compartíamos un pequeño apartamento en la Calle Beacon que miraba a la infame Casa del Pirata, construida por Exer Jones hacía sesenta años.
La mañana del 23 de junio me sorprendió caminando por aquellas siniestras y tenebrosas colinas que a aquellas horas, las siete de la mañana, parecían bastante ordinarias. Me alejé siete millas hacia el sur de Hampden y entonces ocurrió algo inesperado. Estaba escalando por una pendiente herbosa que se abría sobre un cañón particularmente profundo, cuando llegué a una zona que se hallaba totalmente desprovista de la hierba y vegetación propia de la zona. Se extendía hacia el sur, y pensé que se había producido algún incendio, pero, después de un examen más minucioso, no encontré ningún resto del posible fuego. Los acantilados y precipicios cercanos parecían horriblemente chamuscados, como si alguna gigantesca antorcha los hubiese barrido, haciendo desaparecer toda su vegetación. Y aun así seguía sin encontrar ninguna evidencia de que se hubiese producido un incendio... Caminaba sobre un suelo rocoso y sólido sobre el que nada florecía.
Mientras intentaba descubrir el núcleo central de esta zona desolada, me di cuenta de que en el lugar había un extraño silencio. No se veía ningún ave, ninguna liebre, incluso los insectos parecían rehuir la zona. Me encaramé a la cima de un pequeño montículo, intentando calibrar la extensión de aquel paraje inexplicable y triste. Entonces vi el árbol solitario.
Se hallaba en una colina un poco más alta que las circundantes, de tal forma que en seguida lo descubrí, pues contrastaba con la soledad del lugar. No había visto ningún árbol en varias millas a la redonda: algún arbusto retorcido, cargado de bayas, que crecía encaramado a la roca, pero ningún árbol. Era muy extraño descubrir uno precisamente en la cima de la colina.
Atravesé dos pequeños cañones antes de llegar al sitio; me esperaba una sorpresa. No era un pino, ni un abeto, ni un almez. Jamás había visto, en toda mi existencia, algo que se le pareciera; ¡y, gracias a Dios, jamás he vuelto a ver uno igual! Se parecía más a un roble. Más que a cualquier otro tipo de árbol. Era enorme, con un tronco nudoso que medía más de un metro de diámetro y tenía unas inmensas ramas que sobresalían del tronco a tan sólo unos pies del suelo. Las hojas eran redondeadas y todas tenían un curioso parecido entre sí. Podría parecer un lienzo, pero juro que era real. Siempre supe que lo era, a pesar de lo que dijo Theunis después.
Recuerdo que miré la posición del sol y decidí que eran aproximadamente las diez de la mañana, a pesar de no mirar mi reloj. El día era cada vez más caluroso, por lo que me senté un rato bajo la sombra del inmenso árbol. Entonces me di cuenta de la hierba que crecía bajo las ramas. Otro fenómeno singular si tenemos en cuenta la desolada extensión de tierra que había atravesado. Una caótica formación de colinas, gargantas y barrancos me rodeaba por todos sitios, aunque la elevación donde me encontraba era la más alta en varias millas a la redonda.
Miré el horizonte hacia el este, y, asombrado, atónito, no pude evitar dar un brinco. ¡Destacándose contra el horizonte azul sobresalían las Montañas Bitterroot! No existía otra cadena de picos nevados en trescientos kilómetros a la redonda de Hampden; pero yo sabía que, a esta altitud, no debería verlas. Durante varios minutos contemplé lo imposible; después comencé a sentir una especie de modorra.
Me tumbé en la hierba que crecía bajo el árbol. Dejé mi cámara de fotos a un lado, me quité el sombrero y me relajé, mirando al cielo a través de las hojas verdes. Cerré los ojos. Entonces se produjo un fenómeno muy curioso, una especie de visión vaga y nebulosa, un sueño diurno, una ensoñación que no se asemejaba a nada familiar. Imaginé que contemplaba un gran templo sobre un mar de cieno, en el que brillaba el reflejo rojizo de tres pálidos soles. La enorme cripta, o templo, tenía un extraño color, medio violeta medio azul. Grandes bestias voladoras surcaban el nuboso cielo y yo creía sentir el aletear de sus membranosas alas. Me acerqué al templo de piedra, y un portalón enorme se dibujó delante de mí. En su interior, unas sombras escurridizas parecían precipitarse, espiarme, atraerme a las entrañas de aquella tenebrosa oscuridad. Creí ver tres ojos llameantes en las tinieblas de un corredor secundario, y grité lleno de pánico.
Sabía que en las profundidades de aquel lugar acechaba la destrucción; un infierno viviente peor que la muerte. Grité de nuevo. La visión desapareció. Vi las hojas y el cielo terrestre sobre mí. Hice un esfuerzo para levantarme. Temblaba; un sudor gélido corría por mi frente. Tuve unas ganas locas de huir; correr ciegamente alejándome de aquel tétrico árbol sobre la colina; pero deseché estos temores absurdos y me senté, tratando de tranquilizar mis sentidos. Jamás había tenido un sueño tan vívido, tan horripilante. ¿Qué había producido esta visión? Últimamente había leído varios de los libros de Theunis sobre el antiguo Egipto... Meneé la cabeza y decidí que era hora de comer algo. Sin embargo, no pude disfrutar de la comida. Entonces tuve una idea.
Saqué varias instantáneas del árbol para mostrárselas a Theunis, seguro de que las fotos lo sacarían de su habitual estado de indiferencia. A lo mejor le contaba el sueño que había tenido... Abrí el objetivo de mi cámara y tomé media docena de instantáneas del árbol. También hice otra de la cadena de picos nevados que se extendía en el horizonte. Pretendía volver y las fotos podrían servir de ayuda... Guardé la cámara y volví a sentarme sobre la suave hierba. ¿Era posible que aquel lugar bajo el árbol estuviera hechizado?
Sentía pocas ganas de irme... Miré las curiosas hojas redondeadas. Cerré los ojos. Una suave brisa meció las ramas del árbol, produciendo musicales murmullos que me arrullaban. Y, de repente vi de nuevo el pálido cielo rojizo y los tres soles. ¡Las tierras de las tres sombras! Otra vez contemplaba el enorme templo. Era como si flotase en el aire, ¡un espíritu sin cuerpo explorando las maravillas de un mundo loco y multidimensional! Las cornisas inexplicables del templo me aterrorizaban, y supe que aquel lugar no había sido jamás contemplado ni en los más locos sueños de los hombres. De nuevo aquel inmenso portalón bostezó delante de mí; y yo era atraído hacia las tinieblas del interior. Era como si mirase el espacio ilimitado. Vi el abismo, algo que no puedo describir en palabras; un pozo negro, sin fondo, lleno de seres innominables y sin forma, cosas delirantes, salvajes, tan sutiles como la bruma de Shamballah. Mi alma se encogió. Tenía un pánico devastador. Grité salvajemente, creyendo que pronto me volvería loco. Corrí, dentro del sueño corrí preso de un miedo salvaje, aunque no sabía hacia dónde iba... Salí de aquel horrible templo y de aquel abismo infernal, aunque sabía, de alguna manera, que volvería...
Por fin pude abrir los ojos. Ya no estaba bajo el árbol. Yacía, con las ropas desordenadas y sucias, en una ladera rocosa. Me sangraban las manos. Me erguí, mirando a mi alrededor. Reconocí dónde me hallaba: ¡era el mismo sitio desde donde había contemplado por primera vez toda aquella requemada región! ¡Había estado caminando varias millas inconsciente! No vi aquel árbol, lo cual me alegró... incluso las perneras del pantalón estaban vueltas, como si me hubiese estado arrastrando parte del camino... Observé la posición del sol. ¡Atardecía! ¿Dónde había estado? Miré la hora en el reloj. Se había parado a las 10:34...

Acerca del contenido del texto
  1. ¿Exactamente en qué parte de Hampden quedaba el lugar en donde ocurrió todo?
  2. ¿En qué día exacto ocurrieron los hechos?
  3. ¿Qué lugares ve el personaje en sus visiones y sueños bajo el árbol?
  4. ¿Por qué los lugareños no se atrevían a entrar en las profundidades de aquel lugar?
  5. ¿qué motivó al personaje central a dirigirse hacia aquel lugar?
  6. Elabore un dibujo que represente la descripción que hace el personaje principal del lugar.
  7. Escriba falso o verdadero frente a cada afirmación.

  • Cuando el hombre visitó las colinas vivía en Hampden                                           ______________
  • El árbol se parecía a un abeto                                                                                ______________
  • Cuando el hombre miró la posición del sol y su reloj, eran
  • aproximadamente las diez de la mañana                                                                  ______________
  • La primera visión que tuvo el personaje  principal ocurrió 
  • cuando se acostó bajo el árbol.                                                                               ______________
  • Al acostarse de nuevo bajo el árbol, tuvo la  segunda visión                                     ______________
  • 8. ¿Cuál es el tema de la narración?
  • 9. ¿Qué participación tuvo Constantine Theunis en el desarrollo del relato?
  • 10. ¿Quién narra la historia?

Acerca del vocabulario


       11. Relaciona cada sustantivo de la izquierda con su respectivo adjetivo, a partir de la descripción hecha por el                     hombre sobre su visión.

Cripta
Nuboso
Alas
Negro
Bestias
Enorme
Oscuridad
Tenebrosa
Cielo
Membranosas
Pozo
Grandes

Acerca de la estructura del texto


       12. Elabora un esquema con los hechos más relevantes de cada momento de la narración

Inicio
·  Acciones que dan origen a la historia: los hechos y las circunstancias que rodean al protagonista
Desarrollo
·  Problema o conflicto: explicación de la situación que desencadena el problema de la narración y del problema.
·  Sucesos relacionados con el problema: información importante sobre el problema.
Desenlace
·  Solución del problema: cómo se da solución, quién lo soluciona.
·  Situación final de los personajes: Qué ocurre finalmente con cada personaje.


 Valoración crítica

        13. Analiza las acciones y reacciones del protagonista y escribe tu opinión:
  • Ante las leyendas sobre el lugar.
  • Ante el lugar y sus alrededores.
  • Ante las opiniones de Theunis.

Nota: el taller fue tomado en su totalidad del libro "Formando lectores 7. Editorial Libros & Libros, Bogotá, 2008.

TALLER DE MECANISMOS DE COHESIÓN GRADO DÉCIMO

1.   Lea atentamente el texto 1 y realice las siguientes actividades:

a.      Diga a qué o a quién hace referencia cada uno de los elementos resaltados.
b.     Explique el mecanismo de cohesión empleado en cada caso por el escritor.

(Texto 1)

Formación de la lluvia acida

La lluvia ácida se1 forma cuando la humedad en el aire se2 combina con los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre emitidos3 por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que4 queman carbón o productos derivados del petróleo. En interacción con el vapor de agua,estos gases5 forman ácido sulfúrico y ácidos nítricos. Finalmente, estas sustancias químicas6 caen a la tierra acompañando a las precipitaciones, constituyendo la lluvia ácida.

Los contaminantes atmosféricos primarios que dan7 origen a la lluvia ácida pueden recorrer grandes distancias, trasladándolos8 los vientos cientos o miles de kilómetros antes de precipitarse9 en forma de rocío, lluvia, llovizna, granizo, nieve, niebla o neblina. Cuando la precipitación se10 produce, puede provocar importantes deterioros en el ambiente.

La lluvia normalmente presenta un pH de aproximadamente 5.65 (ligeramente ácido), debido a la presencia del CO2 atmosférico, que11forma ácido carbónico, H2CO3. Se considera lluvia ácida si presenta un pH de menos de 5 y puede alcanzar el pH del vinagre (pH 3).Estos valores de pH12 se alcanzan por la presencia de ácidos como el ácido sulfúrico, H2SO4, y el ácido nítrico, HNO3. Estos ácidos13se forman a partir del dióxido de azufre, SO2, y el monóxido de nitrógeno que se14 convierten en ácidos. Los hidrocarburos y el carbón usados como fuente de energía, en grandes cantidades, pueden15 también producir óxidos de azufre y nitrógeno y el dióxido de azufre emitidos por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que16 queman carbón o productos derivados del petróleo. En interacción con el vapor de agua, estos gases17 forman ácido sulfúrico y ácidos nítricos.

Finalmente, estas sustancias químicas18 suben a la atmósfera, forman una nube y después caen a la tierra acompañando las precipitaciones, constituyendo la lluvia ácida.

Tomado de: http://lluviaacidaaham.blogspot.com/2009/12/formacion-de-la-lluvia-acida.html

2.   Corrija el texto 2 empleando los mecanismos de cohesión adecuados para evitar las redundancias y lograr una mejor coherencia

(Texto 2)

Un viejito iba a su rancho cuando vio cuatro guajolotes en el río. Los guajolotes eran brujos: vientos que se habían transformado en aves y que se estaban bañando. Al rato, los guajolotes salieron a la orilla del río. Los guajolotes se abrazaron con las alas, jugando; los guajolotes frotaron sus picos un pico contra otro pico e hicieron un ruido parecido al ruido de la corneta de un soldado.
Al ver a los guajolotes, el viejito se dijo: "¿Qué clase de animales serán ésos? Voy a echar fuego a esos animales, a ver esos animales qué hacen." Y les echó fuego a esos animales. Los animales volaron y se transformaron en vientos. El cielo se nubló y del cielo comenzó a caer un aguacero muy fuerte con rayos y viento.
El viejito se espantó muchísimo, y el viejito regresó a su casa todo empapado. Se enfermó de susto el viejito y el viejito ya no sanó.

Tomado de: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/index.php?clave=oriflama&pag=5


martes, 10 de junio de 2014

ACTIVIDADES DE NIVELACIÓN: ESPAÑOL GRADO SÉPTIMO

INSTITUCIÓN EDUCATIVA MARIA AUXILIADORA
PLAN DE NIVELACION DEL ÁREA DE LENGUA CASTELLANA
GRADO 7°
PERIODOS 1 Y 2
Junio 09 de 2014
Area: Lengua Castellana
Profesora: Claudia Patricia Tamayo Moreno


PROPÓSITO
Dar nuevas oportunidades a los estudiantes para que alcancen las competencias mínimas propuestas en el área de Lengua Castellana para el primer semestre del año escolar (periodos académicos 1 y 2), a través de talleres sustentables y evaluaciones escritas.

JUSTIFICACION
De acuerdo con el Decreto 1290 del 16 de abril de 2009, uno de los propósitos de la evaluación institucional de los estudiantes es: “suministrar información que permita implementar estrategias pedagógicas para apoyar a los estudiantes que presenten debilidades y desempeños superiores en su proceso formativo”. Por esta razón, la Institución implementó las actividades de nivelación al finalizar el segundo periodo académico. Con estas el estudiante tendrá la oportunidad de revisar los conceptos ya abordados durante el tiempo transcurrido, reforzarlos través de talleres y presentar pruebas que evidencien lo aprendido.

COMPETENCIAS POR LOGRAR
-       Comprende elementos constitutivos de obras literarias, tales como tiempo, espacio, función de los personajes, lenguaje, atmósferas, diálogos, escenas, entre otros.
-       Comprende obras literarias de diferentes géneros, propiciando así el desarrollo de su capacidad crítica y creativa.
-       Produce textos narrativos teniendo en cuenta personajes, espacio, tiempo, atmósfera y temáticas.

ACTIVIDADES
1.      Consulte los elementos y la estructura del texto narrativo e identifíquelos en el cuento “El corazón Delator” de Edgar Allan Poe.

El corazón delator (Edgar Allan Poe)

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

2.      Observe en la imagen los siguientes elementos y responda:


a.       El protagonista: ¿quién será el personaje?
b.      El lugar: ¿dónde estará?
c.       Lo que lo rodea: ¿Qué cosas lo rodean? Enumérelas.
d.      Estado o situación: ¿El personaje se encuentra asustado, asombrado o tranquilo?
e.       El tiempo: ¿En qué momento del día suceden los hechos?

3.      Escriba una historia empezando por la presentación del personaje y siguiendo con la situación problema que enfrenta, las acciones que realiza para resolverla, los obstáculos que se encuentra y el resultado final de sus acciones.



El estudiante deberá sustentar todas las actividades propuestas para la nivelación.

PORCENTAJES
El taller tendrá un valor de 30% con la sustentación.
La evaluación valdrá el 70%

FECHA DE PRESENTACIÓN
Las fijadas por la Institución

Nota:
Teniendo en cuenta lo acordado por el Consejo Académico, si el estudiante alcanza las competencias mínimas fijadas en la prueba de nivelación, la nota máxima promedio será 3,0.


ACTIVIDAD DE NIVELACIÓN: ESPAÑOL GRADO ONCE

INSTITUCIÓN EDUCATIVA MARIA AUXILIADORA
PLAN DE NIVELACION DEL ÁREA DE LENGUA CASTELLANA
GRADO 11°
PERIODOS 1 Y 2
Junio 09 de 2014
Area: Lengua Castellana
Profesora: Claudia Patricia Tamayo Moreno

PROPÓSITO
Dar nuevas oportunidades a los estudiantes para que alcancen las competencias mínimas propuestas en el área de Lengua Castellana para el primer semestre del año escolar (periodos académicos 1 y 2), a través de talleres sustentables y evaluaciones escritas.

JUSTIFICACION
De acuerdo con el Decreto 1290 del 16 de abril de 2009, uno de los propósitos de la evaluación institucional de los estudiantes es: “suministrar información que permita implementar estrategias pedagógicas para apoyar a los estudiantes que presenten debilidades y desempeños superiores en su proceso formativo”. Por esta razón, la Institución implementó las actividades de nivelación al finalizar el segundo periodo académico. Con estas el estudiante tendrá la oportunidad de revisar los conceptos ya abordados durante el tiempo transcurrido, reforzarlos través de talleres y presentar pruebas que evidencien lo aprendido.

COMPETENCIAS POR LOGRAR
-       Interpreta en forma crítica la información difundida por los medios de comunicación masiva.
-       Comprende e interpreta textos con actitud crítica y capacidad argumentativa.
-       Analiza en forma crítica y creativa las diferentes manifestaciones literarias del contexto universal.
-       Produce textos argumentativos que evidencian su conocimiento de la lengua y el control sobre el uso que hace de ella en contextos comunicativos orales y escritos.

ACTIVIDADES

1.      Consulte las características, obras representativas, autores (si los hay) de las literaturas antiguas orientales: hindú, árabe, persa, hebrea, china y asirio-caldea; y elabore un mapa conceptual donde sintetice la información.
2.      Escriba un Informe de lectura sobre el capítulo II del libro “Literatura Griega” de C. M. Bowra.
3.      Lea una tragedia de Sófocles y sustente por escrito.
4.      Lea el ensayo de Estanislao Zuleta: “El elogio de la dificultad”, cuyo enlace encontrará en la sección “Páginas de interés” del blog de la profesora Claudia Tamayo, y señale las oraciones principales de cada párrafo. Presente el documento subrayado el día de la sustentación.
5.      Lea una de estas tragedias de Shakespeare: Hamlet, Romeo y Julieta, Macbeth, Otelo, e identifique el tema principal y el conflicto.

El estudiante deberá sustentar todas las actividades propuestas para la nivelación.

VALORES
El taller tendrá un valor de 30% con la sustentación.
La evaluación valdrá el 70%

Nota:

Teniendo en cuenta lo acordado por el Consejo Académico, si el estudiante alcanza las competencias mínimas fijadas en la prueba de nivelación, la nota máxima promedio será 3,0.