domingo, 9 de noviembre de 2014

TALLER DE COMPRENSIÓN LECTORA GRADO SÉPTIMO

Lea atentamente el cuento y responda las preguntas que se plantean a continuación.

El árbol de la colina (H.P. Lovecraft)

Al sureste de Hampden, cerca de la tortuosa garganta que excava el río Salmón, se extiende una cadena de colinas escarpadas y rocosas que han desafiado cualquier intento de colonización. Los cañones son demasiado profundos, los precipicios demasiado escarpados como para que nadie, excepto el ganado trashumante, visite el lugar.

La última vez que me acerqué a Hampden, la región -conocida como el infierno- formaba parte de la Reserva del Bosque de la Montaña Azul. Ninguna carretera comunica este lugar inaccesible con el mundo exterior, y los montañeses dicen que es un trozo del inframundo  transplantado a la Tierra. Una leyenda local asegura que la zona está hechizada, aunque nadie sabe exactamente el porqué. Los lugareños no se atreven a aventurarse en sus misteriosas profundidades, y dan crédito a las historias que cuentan los indios, antiguos moradores de la región desde hace incontables generaciones, acerca de unos demonios gigantes venidos del Exterior que habitaban en estos parajes.
Estas sugerentes leyendas estimularon mi curiosidad. La primera y, ¡gracias a Dios!, última vez que visité aquellas colinas tuvo lugar en el verano de 1938, cuando vivía en Hampden con Constantine Theunis. Él estaba escribiendo un tratado sobre la mitología egipcia, por lo que yo me encontraba solo la mayoría del tiempo, a pesar de que ambos compartíamos un pequeño apartamento en la Calle Beacon que miraba a la infame Casa del Pirata, construida por Exer Jones hacía sesenta años.
La mañana del 23 de junio me sorprendió caminando por aquellas siniestras y tenebrosas colinas que a aquellas horas, las siete de la mañana, parecían bastante ordinarias. Me alejé siete millas hacia el sur de Hampden y entonces ocurrió algo inesperado. Estaba escalando por una pendiente herbosa que se abría sobre un cañón particularmente profundo, cuando llegué a una zona que se hallaba totalmente desprovista de la hierba y vegetación propia de la zona. Se extendía hacia el sur, y pensé que se había producido algún incendio, pero, después de un examen más minucioso, no encontré ningún resto del posible fuego. Los acantilados y precipicios cercanos parecían horriblemente chamuscados, como si alguna gigantesca antorcha los hubiese barrido, haciendo desaparecer toda su vegetación. Y aun así seguía sin encontrar ninguna evidencia de que se hubiese producido un incendio... Caminaba sobre un suelo rocoso y sólido sobre el que nada florecía.
Mientras intentaba descubrir el núcleo central de esta zona desolada, me di cuenta de que en el lugar había un extraño silencio. No se veía ningún ave, ninguna liebre, incluso los insectos parecían rehuir la zona. Me encaramé a la cima de un pequeño montículo, intentando calibrar la extensión de aquel paraje inexplicable y triste. Entonces vi el árbol solitario.
Se hallaba en una colina un poco más alta que las circundantes, de tal forma que en seguida lo descubrí, pues contrastaba con la soledad del lugar. No había visto ningún árbol en varias millas a la redonda: algún arbusto retorcido, cargado de bayas, que crecía encaramado a la roca, pero ningún árbol. Era muy extraño descubrir uno precisamente en la cima de la colina.
Atravesé dos pequeños cañones antes de llegar al sitio; me esperaba una sorpresa. No era un pino, ni un abeto, ni un almez. Jamás había visto, en toda mi existencia, algo que se le pareciera; ¡y, gracias a Dios, jamás he vuelto a ver uno igual! Se parecía más a un roble. Más que a cualquier otro tipo de árbol. Era enorme, con un tronco nudoso que medía más de un metro de diámetro y tenía unas inmensas ramas que sobresalían del tronco a tan sólo unos pies del suelo. Las hojas eran redondeadas y todas tenían un curioso parecido entre sí. Podría parecer un lienzo, pero juro que era real. Siempre supe que lo era, a pesar de lo que dijo Theunis después.
Recuerdo que miré la posición del sol y decidí que eran aproximadamente las diez de la mañana, a pesar de no mirar mi reloj. El día era cada vez más caluroso, por lo que me senté un rato bajo la sombra del inmenso árbol. Entonces me di cuenta de la hierba que crecía bajo las ramas. Otro fenómeno singular si tenemos en cuenta la desolada extensión de tierra que había atravesado. Una caótica formación de colinas, gargantas y barrancos me rodeaba por todos sitios, aunque la elevación donde me encontraba era la más alta en varias millas a la redonda.
Miré el horizonte hacia el este, y, asombrado, atónito, no pude evitar dar un brinco. ¡Destacándose contra el horizonte azul sobresalían las Montañas Bitterroot! No existía otra cadena de picos nevados en trescientos kilómetros a la redonda de Hampden; pero yo sabía que, a esta altitud, no debería verlas. Durante varios minutos contemplé lo imposible; después comencé a sentir una especie de modorra.
Me tumbé en la hierba que crecía bajo el árbol. Dejé mi cámara de fotos a un lado, me quité el sombrero y me relajé, mirando al cielo a través de las hojas verdes. Cerré los ojos. Entonces se produjo un fenómeno muy curioso, una especie de visión vaga y nebulosa, un sueño diurno, una ensoñación que no se asemejaba a nada familiar. Imaginé que contemplaba un gran templo sobre un mar de cieno, en el que brillaba el reflejo rojizo de tres pálidos soles. La enorme cripta, o templo, tenía un extraño color, medio violeta medio azul. Grandes bestias voladoras surcaban el nuboso cielo y yo creía sentir el aletear de sus membranosas alas. Me acerqué al templo de piedra, y un portalón enorme se dibujó delante de mí. En su interior, unas sombras escurridizas parecían precipitarse, espiarme, atraerme a las entrañas de aquella tenebrosa oscuridad. Creí ver tres ojos llameantes en las tinieblas de un corredor secundario, y grité lleno de pánico.
Sabía que en las profundidades de aquel lugar acechaba la destrucción; un infierno viviente peor que la muerte. Grité de nuevo. La visión desapareció. Vi las hojas y el cielo terrestre sobre mí. Hice un esfuerzo para levantarme. Temblaba; un sudor gélido corría por mi frente. Tuve unas ganas locas de huir; correr ciegamente alejándome de aquel tétrico árbol sobre la colina; pero deseché estos temores absurdos y me senté, tratando de tranquilizar mis sentidos. Jamás había tenido un sueño tan vívido, tan horripilante. ¿Qué había producido esta visión? Últimamente había leído varios de los libros de Theunis sobre el antiguo Egipto... Meneé la cabeza y decidí que era hora de comer algo. Sin embargo, no pude disfrutar de la comida. Entonces tuve una idea.
Saqué varias instantáneas del árbol para mostrárselas a Theunis, seguro de que las fotos lo sacarían de su habitual estado de indiferencia. A lo mejor le contaba el sueño que había tenido... Abrí el objetivo de mi cámara y tomé media docena de instantáneas del árbol. También hice otra de la cadena de picos nevados que se extendía en el horizonte. Pretendía volver y las fotos podrían servir de ayuda... Guardé la cámara y volví a sentarme sobre la suave hierba. ¿Era posible que aquel lugar bajo el árbol estuviera hechizado?
Sentía pocas ganas de irme... Miré las curiosas hojas redondeadas. Cerré los ojos. Una suave brisa meció las ramas del árbol, produciendo musicales murmullos que me arrullaban. Y, de repente vi de nuevo el pálido cielo rojizo y los tres soles. ¡Las tierras de las tres sombras! Otra vez contemplaba el enorme templo. Era como si flotase en el aire, ¡un espíritu sin cuerpo explorando las maravillas de un mundo loco y multidimensional! Las cornisas inexplicables del templo me aterrorizaban, y supe que aquel lugar no había sido jamás contemplado ni en los más locos sueños de los hombres. De nuevo aquel inmenso portalón bostezó delante de mí; y yo era atraído hacia las tinieblas del interior. Era como si mirase el espacio ilimitado. Vi el abismo, algo que no puedo describir en palabras; un pozo negro, sin fondo, lleno de seres innominables y sin forma, cosas delirantes, salvajes, tan sutiles como la bruma de Shamballah. Mi alma se encogió. Tenía un pánico devastador. Grité salvajemente, creyendo que pronto me volvería loco. Corrí, dentro del sueño corrí preso de un miedo salvaje, aunque no sabía hacia dónde iba... Salí de aquel horrible templo y de aquel abismo infernal, aunque sabía, de alguna manera, que volvería...
Por fin pude abrir los ojos. Ya no estaba bajo el árbol. Yacía, con las ropas desordenadas y sucias, en una ladera rocosa. Me sangraban las manos. Me erguí, mirando a mi alrededor. Reconocí dónde me hallaba: ¡era el mismo sitio desde donde había contemplado por primera vez toda aquella requemada región! ¡Había estado caminando varias millas inconsciente! No vi aquel árbol, lo cual me alegró... incluso las perneras del pantalón estaban vueltas, como si me hubiese estado arrastrando parte del camino... Observé la posición del sol. ¡Atardecía! ¿Dónde había estado? Miré la hora en el reloj. Se había parado a las 10:34...

Acerca del contenido del texto
  1. ¿Exactamente en qué parte de Hampden quedaba el lugar en donde ocurrió todo?
  2. ¿En qué día exacto ocurrieron los hechos?
  3. ¿Qué lugares ve el personaje en sus visiones y sueños bajo el árbol?
  4. ¿Por qué los lugareños no se atrevían a entrar en las profundidades de aquel lugar?
  5. ¿qué motivó al personaje central a dirigirse hacia aquel lugar?
  6. Elabore un dibujo que represente la descripción que hace el personaje principal del lugar.
  7. Escriba falso o verdadero frente a cada afirmación.

  • Cuando el hombre visitó las colinas vivía en Hampden                                           ______________
  • El árbol se parecía a un abeto                                                                                ______________
  • Cuando el hombre miró la posición del sol y su reloj, eran
  • aproximadamente las diez de la mañana                                                                  ______________
  • La primera visión que tuvo el personaje  principal ocurrió 
  • cuando se acostó bajo el árbol.                                                                               ______________
  • Al acostarse de nuevo bajo el árbol, tuvo la  segunda visión                                     ______________
  • 8. ¿Cuál es el tema de la narración?
  • 9. ¿Qué participación tuvo Constantine Theunis en el desarrollo del relato?
  • 10. ¿Quién narra la historia?

Acerca del vocabulario


       11. Relaciona cada sustantivo de la izquierda con su respectivo adjetivo, a partir de la descripción hecha por el                     hombre sobre su visión.

Cripta
Nuboso
Alas
Negro
Bestias
Enorme
Oscuridad
Tenebrosa
Cielo
Membranosas
Pozo
Grandes

Acerca de la estructura del texto


       12. Elabora un esquema con los hechos más relevantes de cada momento de la narración

Inicio
·  Acciones que dan origen a la historia: los hechos y las circunstancias que rodean al protagonista
Desarrollo
·  Problema o conflicto: explicación de la situación que desencadena el problema de la narración y del problema.
·  Sucesos relacionados con el problema: información importante sobre el problema.
Desenlace
·  Solución del problema: cómo se da solución, quién lo soluciona.
·  Situación final de los personajes: Qué ocurre finalmente con cada personaje.


 Valoración crítica

        13. Analiza las acciones y reacciones del protagonista y escribe tu opinión:
  • Ante las leyendas sobre el lugar.
  • Ante el lugar y sus alrededores.
  • Ante las opiniones de Theunis.

Nota: el taller fue tomado en su totalidad del libro "Formando lectores 7. Editorial Libros & Libros, Bogotá, 2008.

TALLER DE MECANISMOS DE COHESIÓN GRADO DÉCIMO

1.   Lea atentamente el texto 1 y realice las siguientes actividades:

a.      Diga a qué o a quién hace referencia cada uno de los elementos resaltados.
b.     Explique el mecanismo de cohesión empleado en cada caso por el escritor.

(Texto 1)

Formación de la lluvia acida

La lluvia ácida se1 forma cuando la humedad en el aire se2 combina con los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre emitidos3 por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que4 queman carbón o productos derivados del petróleo. En interacción con el vapor de agua,estos gases5 forman ácido sulfúrico y ácidos nítricos. Finalmente, estas sustancias químicas6 caen a la tierra acompañando a las precipitaciones, constituyendo la lluvia ácida.

Los contaminantes atmosféricos primarios que dan7 origen a la lluvia ácida pueden recorrer grandes distancias, trasladándolos8 los vientos cientos o miles de kilómetros antes de precipitarse9 en forma de rocío, lluvia, llovizna, granizo, nieve, niebla o neblina. Cuando la precipitación se10 produce, puede provocar importantes deterioros en el ambiente.

La lluvia normalmente presenta un pH de aproximadamente 5.65 (ligeramente ácido), debido a la presencia del CO2 atmosférico, que11forma ácido carbónico, H2CO3. Se considera lluvia ácida si presenta un pH de menos de 5 y puede alcanzar el pH del vinagre (pH 3).Estos valores de pH12 se alcanzan por la presencia de ácidos como el ácido sulfúrico, H2SO4, y el ácido nítrico, HNO3. Estos ácidos13se forman a partir del dióxido de azufre, SO2, y el monóxido de nitrógeno que se14 convierten en ácidos. Los hidrocarburos y el carbón usados como fuente de energía, en grandes cantidades, pueden15 también producir óxidos de azufre y nitrógeno y el dióxido de azufre emitidos por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que16 queman carbón o productos derivados del petróleo. En interacción con el vapor de agua, estos gases17 forman ácido sulfúrico y ácidos nítricos.

Finalmente, estas sustancias químicas18 suben a la atmósfera, forman una nube y después caen a la tierra acompañando las precipitaciones, constituyendo la lluvia ácida.

Tomado de: http://lluviaacidaaham.blogspot.com/2009/12/formacion-de-la-lluvia-acida.html

2.   Corrija el texto 2 empleando los mecanismos de cohesión adecuados para evitar las redundancias y lograr una mejor coherencia

(Texto 2)

Un viejito iba a su rancho cuando vio cuatro guajolotes en el río. Los guajolotes eran brujos: vientos que se habían transformado en aves y que se estaban bañando. Al rato, los guajolotes salieron a la orilla del río. Los guajolotes se abrazaron con las alas, jugando; los guajolotes frotaron sus picos un pico contra otro pico e hicieron un ruido parecido al ruido de la corneta de un soldado.
Al ver a los guajolotes, el viejito se dijo: "¿Qué clase de animales serán ésos? Voy a echar fuego a esos animales, a ver esos animales qué hacen." Y les echó fuego a esos animales. Los animales volaron y se transformaron en vientos. El cielo se nubló y del cielo comenzó a caer un aguacero muy fuerte con rayos y viento.
El viejito se espantó muchísimo, y el viejito regresó a su casa todo empapado. Se enfermó de susto el viejito y el viejito ya no sanó.

Tomado de: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/index.php?clave=oriflama&pag=5